Adolescencia y trabajo


Más allá de la situación económica familiar, muchas veces nos preguntamos si no estaría bien que nuestro hijo comience a trabajar, y a asumir algunas responsabilidades. ¿Será esto un paso adelante en su vida, o le haría salir demasiado crudamente a la realidad?

adolescente-ordenador Por las tardes, al llegar del instituto o la escuela secundaria, su hijo pasa largas horas frente a la TV, el ordenador, o su equipo de música. Para colmo, si falta poco para que comiencen las vacaciones, esta inercia se mantendrá desde la mañana (o el mediodía…) hasta bien entrada la noche, pero…

El debate sobre el trabajo en los jóvenes

¿Cuándo un chico deja de ser un chico, y puede comenzar a trabajar (estando incluso legalmente habilitado)? ¿Cuál es la diferencia entre el trabajo recreativo y el trabajo forzoso? ¿Es bueno que un joven cuente con su propio dinero, y no deba rendir cuentas a sus padres?

Todas estas preguntas han sido muy discutidas, por padres y expertos, durante años. Y si bien hoy en día las cuestiones legales están relativamente resueltas, aún no se ha cerrado la discusión con rehappy_boyspecto a si el trabajo puede ser bueno para los más jóvenes, ni qué actividades constituyen un trabajo aceptable para ellos. 

En rigor, un trabajo es cualquier servicio o actividad que una persona proporcione a alguna entidad, a cambio de algunos beneficios (generalmente dinero, aunque otras compañías pueden ofrecer canjes por sus servicios, o acciones de la misma empresa). Para la mayoría de la gente, su primer «trabajo» ha sido realizado para sus padres, haciendo diversas tareas hogareñas, a cambio de ciertos permisos semanales o mensuales.

La mayoría de los países tienen leyes que permiten trabajar a los chicos sólo a partir de los 16 años con consentimiento de sus padres o a los 18 como mayores de edad, aunque estas regulaciones raramente se cumplen, en parte por la crisis económica y en parte por otros diversos motivos. Con todo, la mayoría de los jóvenes de clase media y alta, no comienzan a trabajar sino hasta finalizados sus estudio secundarios, salvo que se trate de un trabajo que no les inhuma más que unas pocas horas a la semana.

  Lo cierto es que muchos adolescentes aguardan con impaciencia su Vespino_telepizza_mprimer trabajo, por un gran número de razones. Es una buena ocasión ganar su propio dinero (que debería ahorrar para sus vacaciones, vestimentas preferidas, etc., siendo estrictamente vigilado por sus padres, para que no lo utilice en ítems perniciosos) al tiempo que se prueban frente al mundo exterior. Además, todos saben que si pueden probar su eficiencia en una cierta área, más adelante le serán dadas más responsabilidades (y, por la tanto, privilegios). Además, un trabajo es una manera de comenzar a distanciarse de la «jerarquía parental». Todas estas razones, hacen que los trabajos, efectivamente, puedan resultar una experiencia positiva para algunos jóvenes adolescentes.

Es igualmente muy común que a partir de los 16 años y ante la inminente llegada de las vacaciones, muchos adolescentes manifiesten sus ganas de trabajar. Desafortunadamente, muchas veces sus expectativas no se corresponden con la realidad del duro mercado laboral, por lo que suelen conseguir, son empleos temporales de baja eurocalificación, como trabajar en fast-foods o repartir folletos debajo del ardiente sol, por unos pocos euros al mes. Sin embargo, no menos cierto es que estarán logrando una muy importante experiencia sobre el esfuerzo personal, aumenta sus niveles de responsabilidad, y ganando algún dinero propio. De cualquier forma, si notamos que este trabajo le está haciendo perder vitalidad y tiempo de esparcimiento, debemos recomendarles que lo finalicen.

La edad indicada

Como resultado de lo expuesto anteriormente, parecería ser que los 16 años son probablemente una buena edad a comenzar a  trabajar (o, mejor dicho, para trabajar más de 20 horas a la semana). Lo ideal sería que comiencen a trabajar con sus propios padres, o algún amigo de mcdonalds[1] mucha confianza de los mismos, para evitar ser víctimas de algún tipo de aprovechamiento laboral, debido a su corta experiencia. Si esto no es posible, lo mejor sería preguntarle periódicamente a nuestro hijo sobre la marcha del trabajo y, de tener dudas, dirigirnos algún día al establecimiento que lo haya contratado (preferentemente en su ausencia) para verificar qué tipo de ambiente existe allí.  

Finalmente, una sugerencia final: si nuestro hijo todavía no ha terminado los estudios secundarios, pongámosle énfasis en la necesidad por parte del mismo de acabarlos, antes de empezar con la independencia de un trabajo: de otra forma, jamás logrará acceder a un empleo de calidad.

Eso no significa que no disfrutará de los beneficios actuales de su trabajo, pero sí que aumenten sus probabilidades de que, en los años siguientes, no pueda elevar su categoría laboral, frente a un mundo cada vez más competitivo.

 

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